El primer trimestre del embarazo se divide en los periodos celular, embrionario y fetal, que es cuando empiezan a formarse las estructuras y órganos básicos del cuerpo.
A las pocas horas después de la concepción, el cigoto unicelular empieza desplazarse hacia abajo por las trompas de Falopio, para llegar al útero y empezar el proceso de la división del crecimiento celular, dividiéndose primero en dos células que pronto se convierten en cuatro, después ocho, después dieciséis, etc..
Por lo menos hasta la cuarta duplicación, cada una de estas células es idéntica y cada una de ellas podría convertirse en un ser humano completo. La naturaleza a veces divide al grupo de células en dos o incluso cuatro segmentos distintos y entonces estos segmentos, se puede convertir en gemelos o cuatrillizos monocigoticos.
Pronto comienza el proceso de diferenciación, que permite a los diferentes grupos celulares empezar adquirir rasgos propios. La primera señal clara de la diferenciación tiene lugar alrededor de una semana después de la concepción, cuando las células que se sigue multiplicando se separan en dos grupos distintos: las células exteriores forman un círculo protector que se convertirá en la placenta y las células del interior forman un núcleo que se convertirá en el embrión.
La primera función de las células del exterior es lograr la implantación, es decir, enraizarse en el recubrimiento interior del útero o endometrio, rompiendo pequeños vasos sanguíneos para obtener elementos nutritivos, y para construir una red vascular de membranas y vasos sanguíneos que conecta a la Madre con el organismo en desarrollo, permitiendo el crecimiento durante un periodo aproximado de nueve meses.
Pero la implantación no es siempre automática, y se estima que el 58% del total de las concepciones naturales fracasan por una implantación inadecuada, por lo que termina esa nueva vida, incluso antes de que el embrión se empiece a formar, o antes de que la mujer ni siquiera sospeche que está embarazada.
Una vez conseguida la implantación, está desencadena una serie de cambios hormonales que tiene el ciclo menstrual habitual de la mujer, por lo que se eleva ligeramente la temperatura corporal, aumenta el riego sanguíneo en los pechos y provoca muchos otros cambios que ayudarán a desarrollar la nueva vida.
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